miércoles, 19 de febrero de 2014

El reflejo del agua de Neptuno

La noche había invadido la bóveda celeste hacía unas cuantas horas. La noche,la media noche. Me acurruco entre las sábanas dulces y suaves que visten mi cama. Su tacto con mi cuerpo me estremece, tengo frío, necesito acumular más calor. 

La canción de aquel recuerdo me sonroja, me enloquece, me hace sonreir. Imposible olvidar aquel contacto, aquella leve caricia. Su caricia. Mis pupilas crecen otra vez, como aquel día de diciembre. Veo la sombra de las pisadas de todas esas personas que caminaban deprisa, como si el mundo las persiguiera, como si el tiempo se les echara encima. Como si así pudieran cambiarlo. 

El reflejo del agua de Neptuno ya me traía buenos recuerdos, de cuando fui al concierto del 2 de junio con Paula, su hermano y mi padre. Pero sólo viene a mi mente la imagen de ella gritando feliz, emocionada, rebosante de júbilo  por ver a su cantante favorito. También me lleva de nuevo a la excursión posterior a la del Prado y San Fernando (la mágica, la inolvidable), cuando ella, Lalu y yo nos volvimos fotógrafas de hojas precipitadas. 

Ellas hablaban de las nuevas y exclusivas aplicaciones descargadas en sus teléfonos móviles, yo solo pude concentrar mi mente en mi lugar. En el paso de cebra que estaban cruzando mis pies (¡Cuidado!). Ya no tengo frío. Mis labios se sellan al fin. Me cayo (que me paso la vida hablando). Estoy profundamente dormida.
  

                                                                                                      —Reven

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