viernes, 21 de noviembre de 2014

El sueño kantiano

La utopía se asemeja a un sueño despierto que no brota del letargo, sino que es elaborado por la razón. Necesitamos tener utopías que nos hagan pensar que en algún lugar existe algo mejor que el presente, algo mejor que nuestra realidad y las circunstancias donde se desenvuelve.

Siempre he dado por sentado que mis palabras no llegan a ninguna parte, salvo a allá donde las quiero dirigir. Siempre me he debatido en la disyuntiva entre tratar propagarlas haca cualquier lugar, o mantenerlas bajo cubierto, como un secreto, como un tesoro de chatarra, sin valor. Simplemente como los residuos de la organización y el estructuramiento de mis ideas. En cualquier caso convertir una voz débil en onda sísmica de tipo P, esas que todo lo atraviesan y llegan a todas partes, a cualquier rincón interno del mundo, no debe ser nada fácil. 
Ya no solo se me vienen a la cabeza las personas que por fortuna lo consiguieron, sino todas aquellas restantes cuyos sueños, metas y aspiraciones se quedaron en el tintero. Todos aquellos que algún día se encontraron en mi situación. ¿En cuál de los dos terminaré por encontrarme yo? 

Paula visitará el Museo del Prado y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando el próximo día 11. Lástima que a mí no me esté permitido asistir. Lástima que este año no pueda visitar la capital en el mes de diciembre. Por primera vez en años no seré testigo de la magia de Madrid en fechas próximas a la Navidad. Sé por descontado que, a raíz de ello, mi visión de el fin de año estará inundada por una sensación de vacío. Y el vacío me aterra.


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