jueves, 8 de mayo de 2014

El acto reflejo

Unas palabras agradables llegan a mis oídos y no puedo reprimir el acto reflejo. No quiero hacerlo, ahora soy consciente, soy dueña de mis pensamientos y mis movimientos. Pero también de mi libertad y mi armonía dulce y reprimida. Sin dejarme apresar de nuevo, alargo el brazo y acaricio la mejilla del Instructor. Dura un instante, pero me hace sentirme bien. 

En clase de Historia apunto todo lo que soy capaz de retener. Plasmo las fugaces palabras de Hester dibujando rápidamente cada letra en el folio que descansa sobre mi mesa. La carpeta me estorba, la meto debajo de la mesa. Recuerdo cuando Dee Dee me regañaba por tener la mesa abarrotada de materiales. Él los llamaba <<trastos>> y yo me enfadaba momentáneamente. Todo era necesario, desde el montón de folios con bocetos a medio hacer hasta los pinceles. 

El timbre toca y recojo la mesa con calma, tanta que me olvido de la carpeta, la cual quedará allí hasta el día siguiente. Pero aún no lo sé. Bajo las escaleras con las manos libres, con la sensación de que me falta algo, junto a Hester y un par de compañeras. Hablamos de un examen pospuesto, el de la II Guerra Mundial, así como de otro que está por fechar (de la Guerra Civil, creo haber oído). Veo a Johnny salir de su departamento y refreno el paso. Me quedo algo atrasada con respecto a las demás caminantes, esperándolo. 

Me alcanza. Pone su mano derecha sobre mi hombro, me pregunta algo que creo haber entendido y yo respondo de forma automática. La voz de mi esencia grita y se escapa por cada uno de mis poros, que palpitan con unanimidad. Mi mano izquierda suelta a la derecha y se posa sobre su espalda. Con asombro me percato del nuevo acto reflejo; esta vez no lo he meditado. He aquí las manifestaciones de una mente liberada de prisiones. Una mente desprovista de los grilletes impuestos por mí misma.

                                                                                                     —Reven
 

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