domingo, 18 de mayo de 2014

Aquel lejano horizonte

En las mañanas soleadas y calurosas de esta nueva y alegre época recuerdo lo pasado. Recuerdo el invierno, recuerdo el frío. Me veo de nuevo bajando por la cuesta hasta el autobús vestida de negro. Blanca y frágil, y me siento como el débil hielo que se derrite bajo el sol.
Esa época es mi lugar. Ese tiempo en el que recorrí Madrid mil veces, de arriba a abajo y sin dolor. Vacunada de todo mal. Sin dolor. Sonriente. De camino al Prado. Me parece ver de nuevo sus columnas en el lejano horizonte teñido de azul y gris. Nubarrones fundidos con con la luz del sol. Luz pálida, cálida y fría.
Se me vuelve a acelerar el pulso. Cada uno de mis poros late clamando su lugar, su tiempo, su espacio. Su caricia blanca sobre el negro de mi abrigo, su dulzura. Aquel sonido profundo que tanto excita mis sentidos.
             
                                                                                                                              —Reven

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