Sé lo que
estás pensando… ¿Otra? ¿así, sin más? Bueno, no sé. Ni es de mi estilo, ni me
lo planteo siquiera. Pero al sentarse en la silla del profesor, con esa actitud
despótica, me ha recordado a cosas de otros tiempos.
No me gustan
sus zapatos. No tiene una cara precisamente dulce. Al contrario… Tiene los rasgos
endurecidos y la piel clara. Atiende y participa en las clases de Derecho
Civil, y por eso mismo no es de fiar. Tiene nombre de telenovela mexicana. Lleva
el pelo recogido en un moño torpe, y de todos es la única que se ha sentado
mientras hace una exposición. Tiene un tatuaje debajo de la nuca. Me recuerda
al típico personaje de libro o serie de trece temporadas. Sola, borde,
malhumorada.
A lo mejor
el problema está en leer tanto y atender tan poco. Pero, de verdad, no sé cómo
precisarlo: ha habido experiencia estética.
La belleza
me ha impresionado.
Tener las
pestañas largas no debería poder ser requisito de nada. Prefiero mis máscaras
de la tragicomedia.
Se ha
soltado el pelo. Estaba mirando para otro lado. Me he perdido la explosión. Ahora
se aburre, se impacienta, y parece más joven. No sé de qué es señal llevar más
de media hora sin variar la posición, pero debe significar algo. Juega con
cualquier cosa que tenga en las manos y usucape en cinco años. No aplaude.
Nunca aplaude. California tendrá más noticias sobre ella. Cuando se aparta el
pelo de la cara le brillan los ojos, le brillan más que el dorado Cornbelt, y
atraviesa América entera de sur a norte. De norte a sur.
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