lunes, 19 de septiembre de 2016

Madrid, mi Madrid

A lo largo de su vida uno ha de enfrentarse a decenas de miles de despedidas. Lágrimas de finales de verano; abrazos a pecho partido en la estación; viajes y más viajes de ida y vuelta (o no) cargados de buenos deseos, ilusiones y una pizca de nostalgia; historias que terminan para dar paso a otras nuevas; e incluso cada pequeño adiós.
Es curioso... Lo que se siente, lo que se hace... Siempre, caiga quien caiga, se recurre a temas de conversación triviales que tratan de calmar ánimos. Así, fingiendo que el asunto no nos incumbe, que no tiene tanta importancia, soltamos el primer pensamiento cutre alejado de cualquier tipo de emotivismo. Así pretendemos desarraigarnos de la tristeza, si la hubiera (y en este caso la hay, porque esta es de las despedidas largas) y condensar todas las emociones vividas en un último abrazo. Ojalá fuera tan sencillo.
Hoy, queridos lectores, me despido de mi escritorio desde el que durante más de tres años os he contado mi historia. Digo adiós a mi cama, mi pared rosa, mi guitarra, mi póster del cuadro de Klimt, mis lienzos, mis fotos, mi armario y mis peluches de KISS. Hoy me despido de todo lo que hasta ahora he conocido. Mi casa, mi familia, mis amigos. Mi pueblo. Hoy lo dejo atrás, porque da comienzo una nueva etapa, una nueva vida. Un horizonte desconocido que de momento no sé muy bien cómo abordar.
Quisiera daros las gracias por, estéis donde estéis, haber estado ahí, y pediros que os quedéis. Porque yo seguiré escribiendo agonías y barbaridades para vosotros.

-Madrid, mi Madrid. 19 de septiembre de 2016.

No hay comentarios:

Publicar un comentario