martes, 5 de abril de 2016

Ser mañana

El calor absoluto empañaba las ventanas, los frascos de perfume de los estantes y los relojes. La llama de una vela, confundida, inconstante, relata el instante de un enigma sin fin.
Estoy ansiosa, impaciente. Las horas pasan infinitamente deprisa, pero a la vez el tiempo parece haberse detenido. En la calle se escuchan los ojos reflectantes de madrugada que vigilan lo ausente. Gritan las voces de todas las plazas que soportaron el peso de mis huellas. Gritan las sombras, la oscuridad dormida que ayer cantó las sonatas perdidas, muertas en gargantas heladas por el beso. Se funden... 
Las farolas atónitas tiritan de asfalto, las bocas de metro lloran. Los pasos de cebra desgarran la armonía, la dejan sorda de amaneceres; la lluvia ácida los empapa de luces impresionistas. 
Mis labios tiemblan, tus ojos me abrazan, me pierden en el extremo de la caricia de nubes. El cielo requiebra estrellas pretendiendo hacerlas brillar como cuadros en llamas de compases binarios. Cuadros que trazan tu rostro, tus manos y mi aliento olvidado en la estación. Mi alma, descrita como el extremo de una función limitada palpita de amor, porque es libre. Es. Y es viva de tus labios. 
Vida, afirmas que existe un despertar ideal más perfecto que el de haberte vivido. Esta noche vengo a despejarte las dudas. El destino me ha puesto en la mano la inmortalidad y no voy a desperdiciarla dejando de amarte. Porque nunca dejará de ser mañana. 
Hasta mañana...

No hay comentarios:

Publicar un comentario