sábado, 20 de febrero de 2016

Veintiún folios destrozados

Llevo más de tres semanas sin escribir una sola letra con sentido, o con la mínima carga sensible, sentimental, que la convierta en algo más que una amalgama de tipografía y fonema. Más de tres semanas limitando mi actuación a comentar textos de escritores ajenos que están muy lejos de mi alcance. Y el motivo no serán las ganas, desde luego, porque mentiría si dijera que no lo he intentado cada noche hasta que el sueño gana la batalla a la desesperante (o más bien, desesperada) vigilia literaria. 
Veintiún folios —ni uno más— destrozados de palabras inertes que no supieron insuflarme vida ni arrancármela al emanar y desembocar en mi mente. Veintiún folios que buscaban plasmarte por primera vez desde tiempos que ya no recuerdo quedaron amordazados por ideas sueltas en algún rincón de mi memoria. Naturalezas simples, naturalezas muertas que todo hombre o mujer podría llegar a comprender. Porque, por mucho que algunos sostengan lo contrario, los hombres intuyen cada suspiro de los labios adecuados...

El resto lo limito a tu alcance, en el sentido más estricto de la palabra. Hazme apta en tus pensamientos y comprenderás, sin palabras, lo mucho que me queda por decir. 

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