domingo, 10 de agosto de 2014

Dos faros

Recuerdo aquella agitación mía de finales de julio. Aquel eterno mes al fin culminó con la llegada de Almond. Iluminado por un cielo estrellado desde el cual Ofiuco nos vigilaba...

Nos íbamos a comprar estando en la piscina, o acabábamos de llegar, ya no estoy segura, cuando recibí aquel mensaje. Aquel que anunció su llegada. Esa tarde estuve hablando largo y tendido con sus primas, y jugando a un par de juegos de cartas. Paula y Lidia se marcharon a conteplar los bronceados cuerpos de los jugadores de voley (que llevan tostándose desde el mes de mayo), así como el deporte en sí. O eso dicen. Lalu se quedó conmigo. Puede que tuviésemos también una entretenida y redundante conversación sobre cualquier tema social-político. O igual me contó qué se iba a poner para el pregón de fiestas, quién sabe. Las dos saltamos, literalmente, de alegría. 

Después de tan solo unos días aquí, Almond se fue. Pero,¡qué días tan maravillosos! Los detalles se los reservo a mi memoria. Me faltaría blog para comentarlo todo como realmente se merece. 

Una de las noches, imagino que la del día 4, le mostré mis delirios hechos palabras, encerrados en estas entradas desde hace dos abriles. Él me dijo que la sensación que domina el cuerpo tras leerme es melancólica, triste, pesimista... y que ciertas palabras clave lo demuestran. Hoy quiero escribir algo alegre para ti.

Cada lugar lleva impresa tu huella: la "Zona 3G" de los alrededores de la iglesia, el duro suelo del frontón, el banco de la plaza donde nos conocimos, la cortina vieja que cubre mis libros, los pasadizos, la fuente de nueces de mi cocina, la puerta de la tahona, el baile y la acera que hay frente a él, tu calle y "la Báscula". Cada sitio que siempre ha pasado desapercibido, al cual jamás presté atención, ahora es una fuente de sonrisas y recuerdos. 

Voy a contarte un secreto: engaño a mi propia literatura, si es que se le puede llamar así, porque yo nunca he sido pesimista y, sin embargo, sabes muy bien que ella sí lo es. Y otro más: la tristeza que manifiesto cuando te vas, cuando de nuevo me dices adiós, no supone siquiera una cuarta parte de la felicidad que siento al volver a verte. Aunque eso no me convenga ni me sea rentable, es la verdad más innegable que puedo decir. 

Pronto nos veremos otra vez. Me niego a dejar pasar tanto tiempo una vez más. Hasta entonces, Ojos Azules, que de noche parecen dos faros.


<<La misma sensación que al leer Góngora.>>

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