lunes, 16 de enero de 2017

Le debemos un gallo a Sócrates

No sé por qué, pero me apetece escribir. 
El aire contaminado de Madrid puede ser muy frío a las cinco de la mañana, colarse por cualquier rendija secreta para ponerse en contacto conmigo y amargarme la piel. Es enero, hace frío, un frío que pela, y estoy en la calle; llevo en la calle muchas horas.
Me apetece escribir y no sé por qué. La ciudad está dormida. Hasta los bares duermen, o al menos así es para mí. Personas que inventan la fiesta, la llevan allá por donde van, por bandera, sale al campo de batalla a enfrentarse a esa vida de la que huyen: su vida. El cielo está despejado y no brilla ni una puñetera estrella. La luna parece un centinela en lo alto del cielo, sembrando distancias entre azoteas. Pronto el Sol hará acto de presencia; pero todavía no... Todavía no es tarde para llamar noche a la madrugada y enfrentarnos así a la cruda realidad: nos aborda un nuevo día, y nosotros seguimos siendo los mismos, los que éramos ayer, despeinados, sudorosos, congelados... Pero los mismos. 
He leído mil veces acerca de despedidas, he intentado lanzarme a escribir decenas de ellas, y ahora que me enfrento a una, a una literal, a una que de verdad sé en qué consiste, me vienen a la cabeza aquellas palabras. Y sé que todas y cada una de ellas son ciertas. 
Sé lo que es dar ese abrazo que intenta condensarlo todo: lo que hemos y lo que jamás habremos vivido. El intercambio de palabras insulsas sobre cualquier tema sin importancia alguna para intentar eliminar dramatismos y retrasar, disimular hasta el extremo esa última sonrisa húmeda, cargada de lágrimas que tarde o temprano encharca los recuerdos, y yo lo sé. Yo ya ni siquiera trato de disimular. 
Somos esclavos del presente, y este está condenado irremediablemente a ser pasado; a pasar. Los griegos antiguos quisieron que nos encontrásemos aquí, y eso, amigo, merece un sacrificio a modo de ofrenda. 
Sócrates le debía un gallo a Asclepio. Nosotros se lo debemos a Sócrates. Le debemos un gallo al mayor desastre de entre los hombres, al más sabio, aun reconociendo que no sabía nada. 
Le debemos un gallo a Sócrates.

3 comentarios:

  1. No dejas de sorprenderme, vaya forma de escribir. Tienes un don.

    ResponderEliminar
  2. No dejas de sorprenderme, vaya forma de escribir. Tienes un don.

    ResponderEliminar