sábado, 14 de febrero de 2015

And it will be until the end

Escribir frustrada me da grima, porque no lo disfruto. Por lo tanto, olvidaré por una pequeña fracción de tiempo que soy yo, y que la primera mitad de febrero me frustra. Me lleva frustrando mucho tiempo. Demasiados años seguidos, por unas cosas o por otras. 
Pero ¿quién podría ser si no fuese yo? El Sol es imparcial y no se esconde, pase lo que pase. Alumbra las soledades de los vientos, a pesar de ser cubierto por las nubes cuando hay amenaza de lluvia o nieve. Me gusta el Sol, sin embargo él puede salir de día. Incompatibles, o quizá la mejor metáfora, pues el Sol crea al día y me daña al mismo tiempo. Si quisiera ocupar su lugar me sentenciaría a pasar una vida torturándome, como ocurre en la realidad. 
Me decantaré por la Luna, que no es imparcial, que no es constante, que llora por las noches y hace subir la marea. Que brilla como ningún otro astro de noche, a pesar de depender de alguien más grande para hacerlo. Que desea constantemente marcharse, crear su camino eterno sin miedo a colisionar, sin miedo a ser atrapada de nuevo, y que no puede hacerlo debido a la atracción que el planeta azul ejerce sobre ella. Que por las noches lo ve todo y se siente bella y afortunada al poder hacerlo.
Aquel que es capaz de mirar más allá de la oscuridad y ver algo tiene más mérito que quien está constantemente rodeado de luz. Nunca ha me ha sido factible acercarme a la luz. Pero, ¿por qué vivir siempre en las tinieblas? Desde antes de mi primer suspiro, muchos meses antes, mis genes decidieron no hacerme apta para el día. En mi sangre, en mi esencia, falta algo, o sobra, o qué sé yo. Sé lo que es vivir eternamente incompleta, no conozco otra manera de hacerlo. Sé lo que es depender para siempre de algo, y tener la certeza de que eso nunca cambiará, que mi realidad esté condicionada de manera permanente. 
Sé lo que es ser un defecto constante y sé lo que se siente cuando el investigador de mis alelos me lo dijo claramente, sin florituras. Prescindiendo de eufemismo alguno. Y, a pesar de todo, sé lo que es vivir con ello. Aunque eso no implique necesariamente no poder derrumbarse, o mirar al frente sin sentir nada. 
Nada. ¿Qué se sentirá al no sentir nada? Nada. Eso debe ser mucho más terrible que cien mil agujas en los ojos. 
Y, dejando a un lado las frustraciones y el dolor, disfrutaré de la música, que debe fluir pase lo que pase. La música debería fluir siempre. 


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