lunes, 7 de julio de 2014

El desierto de grises

Verano... ¿quién eres tú, verano? Te diré que careces de significado.
 Solo sé que el viento me consume y me envuelve en un remolino de imágenes que me golpean sin parar. No me permiten pensar, no me dejan escapar.
Julio devuelve el tiempo de suspiros, de añoranza, de mirar por la ventana en busca de un minúsculo agujero por el que escapar de él. Por el que escapar de todo.
Regreso a un momento cuyos antecedentes no son más que borrones en mi memoria. Curiosamente, aquella barca a la deriva siempre ha sabido mantenerse a flote. Como el náufrago de aquel relato que Dativo me recomendó leer.
Me concentro en esa barca y, por un instante, puedo ver a mi hermana sentada frente aquel viejo ordenador blanco. En la pesada pantalla se divisan múltiples círculos y óvalos  de colores que alguien plantó sobre un sobrio fondo negro. Ella los dibujó para mí. Con un dedo me señala cada cuerpo redondo, en busca de mis respuestas carentes de sentido a cerca de su color. A petición mía.
Entonces no entendía qué me hacía diferente. Entonces no sabía qué era caminar en un desierto de grises, ni comprendía que siempre estaría perdida en ese lugar. De alguna forma aquel juego inocente me hacía pensar que algún día todo acabaría. Que sabría salir de allí. Y que alguien me ayudaría. 
Su cumpleaños, hace dos días, resultó ser el culpable. El culpable de que me de cuenta por enésima vez de que ella siempre ha sido mi pilar, que me da fuerzas y confianzas para avanzar, aunque ya nunca camine de su mano. 

Y, al abrir los ojos, me percato de que ya estoy matriculada. Oficialmente, estoy en 1º de Bachillerato de Ciencias Sociales y Humanidades. Espero que en el futuro conserve la felicidad y la decisión con la que hoy inicio esta nueva etapa. Es ahora cuando empiezo a recorrer mi camino.

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