viernes, 11 de julio de 2014

De una noche de verano

Después de tanto superar, de tanto resistir, de tanto recaer, me vuelvo a empujar. ¿Por qué volver a insistir? ¿Por qué volver a caminar?
Las noches discurren para todos igual. Sin luz ni oscuridad. Sin alegría ni pena alguna. Pero a mí, cuando me bañan las ráfagas de viento que traen sus palabras, se me acelera el corazón y la mente, y no puedo pensar en nada más que en la luz de su mirada. Y, de repente, me descubro pérdida con el fantasma de su voz.

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