martes, 14 de julio de 2020

Diálogos: #3

Un día regresó el universo a sus orígenes. Dante regresó al infierno, que una vez más la tentaba a convertirse en soberana. Y Galileo ya no fue más Galileo. El mundo dio una vuelta y aquellos ojos que observaban con avidez el infinito quedaron en las antípodas de la primera noche. Nunca fue la primera, pero quedó grabada en el subsuelo y en la bóveda celeste, como su mirada.
   Te quería.
   De quererme nunca se hubiera ido.
Galileo se decía a sí mismo cada noche lo que pasaría a partir de ahora. Pero en el infierno no hay ahora del que partir. Dicen que la eternidad se encuentra en el momento presente y, si es cierto, Dante no volverá a envejecer un solo día. Sentada en su trono lamenta que el mundo gire.
   Te quería.
   Entonces no me habría dejado marchar.
Aquel espasmo congelado. Hacía frío fuera de la cocina. Recordaban aquella riña verbal dichosa cansados de no saber nunca qué quieren. Pero ya casi amanecía y a Galileo se le borraban las estrellas del cielo.
   ¿Cuántas veces rezo al día?
   ¿Cuántas vueltas da el sol antes de ponerse?
   ¿Y si no vuelvo a teñirme el pelo?
   No le robes la vida a más estrellas.
Silencio. Cuantísimo silencio.
   Tienes la boca llena de esquirlas
   Antes me importaba.
Y más y más silencios.
   No puedo decirte eso.
   ¿Por qué no?
   Implica demasiadas cosas.
   Me buscan los retos, y más si son lógicos.
   Este reto no es para nosotros. Es la mayor de las contradicciones.
A veces lo que es deja de ser lo que es, y empieza a ser otra cosa. Y explota en pedazos el universo conocido. Cuídate, Galileo, de esa condenada lógica que traza los límites del mundo. Lo real es lo pensable, y solo lo demás queda fuera, limitando la contradicción. 

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